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Tiempo de poda: cuando la calma del invierno trae trabajo intenso

Todo sobre esta temporada tan especial en LONGO, y como nos preparamos.

El invierno llega y con él, el ritmo del campo cambia. El aire se vuelve más fresco, el suelo más firme, y los árboles, despojados de su frondosidad, revelan su estructura real. En Longo, esta es una de las etapas más intensas del año. Comienza la temporada de poda, un trabajo que puede parecer tranquilo a simple vista, pero que encierra una carga técnica, estratégica y humana profunda. No se trata solo de cortar ramas: se trata de leer a cada árbol, acompañar su crecimiento y prepararlo para dar lo mejor de sí.

Este año nos preparamos para podar 8.500 olivos, cada uno con su historia, su forma y su energía particular. Y lo haremos en una ventana de tiempo limitada, con la precisión de quien conoce los ciclos naturales y los respeta. Porque en la poda no hay margen para la improvisación. Cada rama que se corta es una decisión. Y cada decisión, bien o mal tomada, repercutirá por años en la sanidad, la productividad y la longevidad del árbol.

La poda tiene múltiples objetivos, pero uno los resume a todos: equilibrio. Equilibrio entre lo viejo y lo nuevo. Entre lo que el árbol necesita para crecer y lo que necesita para concentrar su energía. Podamos para darle forma a la planta, pero también para permitir que entre la luz, que circule el aire, que no se acumulen humedades. En ese sentido, es una tarea profundamente vinculada con la sanidad vegetal. Un olivo aireado es un olivo más sano, más fuerte frente a enfermedades y más generoso en frutos.

Ahora, no hay una poda universal. Cada árbol requiere una mirada. El olivo no es un cultivo que se “estandariza” fácilmente: su comportamiento cambia según el suelo, la exposición solar, la variedad, el manejo previo y hasta el microclima de su entorno. Por eso, en Longo trabajamos con un enfoque personalizado. Nuestro equipo no repite movimientos como una máquina: evalúa, interpreta, decide. La motosierra es una herramienta, pero el conocimiento es lo que define la calidad de la poda.

El proceso comienza con una observación detallada de la planta. Buscamos las ramas enfermas, secas o dañadas. Detectamos cruces innecesarios, brotes mal orientados, acumulación de madera improductiva. Pero también pensamos hacia adelante: proyectamos cómo queremos que sea ese árbol dentro de uno, dos o tres años. Por eso la poda no es solo un acto presente: es una conversación con el futuro del olivar.

Y una vez realizado el corte, comienza otra parte crítica del proceso: la cura. Como todo ser vivo, cuando el árbol es herido, queda expuesto. Y en invierno, con humedad y bajas temperaturas, esa exposición puede transformarse en una puerta de entrada para enfermedades. En Longo aplicamos oxicloruro de cobre sobre los cortes: un fungicida y bactericida que sella la herida y protege al olivo de infecciones comunes como la tuberculosis, la verticilosis o la antracnosis.

Es un paso muchas veces subestimado, pero absolutamente esencial. Sin esta cura, el esfuerzo de la poda puede ser contraproducente. Una planta mal curada es más vulnerable, más inestable, y en algunos casos, irrecuperable. Por eso lo tratamos con la misma seriedad que el corte en sí. Cada rama podada es desinfectada. Cada acción tiene su cuidado.

Más allá de lo técnico, la poda también es un acto que refleja nuestros valores. En Longo no se podan solo los árboles. También se transmite conocimiento, se capacita al equipo, se integran jóvenes que están aprendiendo el oficio. Es una oportunidad para formar. Para dar empleo. Para generar un impacto real en la comunidad que nos rodea. El trabajo del campo, bien hecho y bien acompañado, no es solo producción: es construcción social.

La poda, entonces, es parte de ese compromiso que asumimos con la tierra, con el producto y con las personas. Mientras muchos descansan en invierno, nosotros afinamos las herramientas, revisamos protocolos, y salimos a campo con la misma pasión de siempre. Porque sabemos que de lo que hagamos ahora depende lo que el olivo va a darnos más adelante.

Y porque entendemos que, en el fondo, todo gran aceite comienza mucho antes de la cosecha. Comienza con la forma en que cuidamos a nuestros árboles.

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