Hoy en Almazara Longo vivimos una experiencia especial: visitamos el Liceo N°2 de Carmelo para compartir con las futuras generaciones el mundo del aceite de oliva. Esta actividad surgió gracias a una iniciativa de Francesca la hija de Wato (quien forma parte fundamental de nuestro equipo), estudiante de sexto año de Ciencias Agronómicas, en conjunto con sus profesoras de química y biología. Lo que comenzó como un proyecto académico sobre las aceiteras de la zona, se transformó en un encuentro humano y educativo inolvidable.
La charla comenzó con un pequeño grupo de nueve estudiantes, pero a medida que avanzaba la actividad, el entusiasmo fue creciendo. Se acercaron más alumnos, docentes y autoridades, hasta completar un auditorio de casi 50 personas. Muchos de ellos no sabían que tan cerca de su escuela había una almazara, ni cómo se elabora el aceite de oliva, ni qué propiedades tiene, ni cómo debe conservarse.
Hablamos de todo el proceso: desde la planta y la cosecha, hasta el trasiego, el depósito en tanques y el envasado. Explicamos cómo cada paso influye en la calidad del producto final. Y lo más importante: compartimos la importancia de conocer el origen de lo que consumimos, valorar los procesos y volver a conectar con la tierra.
Cerramos la visita con una cata lúdica: una degustación en la que muchos probaron aceite de oliva por primera vez. El asombro fue inmediato. Se sorprendieron con el picor, con el sabor, con las sensaciones. En los recreos se acercaban más y más estudiantes, comentando, preguntando, compartiendo. Fue una muestra de que, cuando se enciende la chispa de la curiosidad, la juventud responde.
Nos volvimos llenos de gratitud. Por la atención, las preguntas y el interés. Tanto, que ya están todos invitados a visitar el campo durante la poda en las próximas semanas. Y más adelante, durante la plantación y la cosecha. Porque como dice Guato, “la juventud vuelve a sus raíces, vuelve a la tierra”. Solo hay que darles la oportunidad de descubrirla.